Pues no fue la mirada al pasado quien retuvo a la ya retenida Euridice, sino al otrora libre Orfeo.
Acosado desde ese instante por las tracias lapitas, para borrar de su retina la verdad inefable: la inmovilidad de Eurídice
Guardada antes, en el secreto, sólo por los lascivos faunos.
Tal verdad nos dejó un Orfeo irremediablemente herido.
Es éste al que conocimos
No aquél del que nos contaron, sin darles crédito, dudosos relatos,
De un pasado hecho de trazos borrosos,
y desdibujadas historias, sobre ese artífice de supuestos bellísimos poemas y hermosísimos cantos,
de los que tampoco quisimos guardar registro alguno.
Sino a éste otro alguien, ninguneado ahora en las crónicas ante su inquisición retrospectiva.
Pero, os juro, existió.
Y de su cítara limpia escuché yo mismo con mis oídos propios, los sonidos amplios, abiertos y sutiles,
que abrirían las puertas a una percepción imborrable, pero intranscriptible,
aunque cerrada de súbito por las fragmentadoras furias, con la intención, cumplida, de entorpecer para siempre su recuerdo.
Esa es la historia, os lo juro, es esa..
Sólo después iría Orfeo a la busqueda de las sonrisas sin labios,
,escudriñando las miradas sin ojos, persiguiendo las caricias sin manos.
Solo luego fue el Orfeo del que supimos, rodeado de labios y de ojos, aunque, ya para siempre, sin esperar sonrisas ni asomo de miradas.
Bah¡. Un instante de percepción para el olvido.
Pues luego,¿Quién lo querría?
Precursor, tan solo para sentir la herida, de los actuales danzarines
Que se mecen mecánicamente, impasibles o sórdidos, sin sospechar siquiera, que ,una vez, se sintió una música
Cuyo son, dicen que habían dicho que dijo un tal Orfeo, fue el original sentido que los movía.
sábado, 9 de mayo de 2009
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