O, por el contrario.
¿no debe uno llamar a la vida, cuando ella misma no te llama?
Si ella no juega ¿por qué no emprender uno mismo la jugada?
Esta era la primera de las simplicísimas claves,
en la inversión, ahora, tan fácilmente, desvelada.
La noble espera
¿no es, al mismo tiempo, la mas necia de las posibles jugadas?
Inútil arrogancia, quedar esperando,
del mismo cosmos, una personalísima llamada.
Nosotros, precisamente nosotros,
solo alguno mas, entre miríadas de miríadas de miríadas
de nosotros.
domingo, 10 de mayo de 2009
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