sábado, 9 de mayo de 2009

Cantos sobre Circe-5

Todo terminó, no importa pues, todo termina.
Cesaron ya los tambores que, bajo el poder resentido, marcaban su injustificada cólera
y que retumbaron tiempo ha, en su interior ,bramando cólera o clamando cólera o exigiendo cólera.
Pero no se podía expresar. Fuera, incluso inculparían las palabras y dentro, estaban ya corroyendo.
Yo, antes no, ahora sé que hubo de haber un tiempo hecho de secreto y de angustia podrida, que, sospeché apenas que existiera.
Bromeaba incluso, pero ¿Quién, acaso, lo recordaría?.
¿Tan ajeno me podía sentir al turbio tifón que ya montaba?
Lo que quería oír, afirmaba y lo que podía temer, por el contrario, me era negado
Creía.
Pero dentro, no cejaba la tormenta, los ojos desvaídos, los labios fríos, el ciclón incesante.
No temía cuando la llevé al espejo y pregunté por su boca fría.
Cuando estalló, no temía.
Me devolvió un vómito repentino hecho de mordaza y tormento
O eligiendo, odiosa tergiversación alternativa.
Y vi su rostro feroz, como nunca antes lo hube visto.
Y, entonces, sólo entonces, conocí la incertidumbre y el miedo.
Pero todo terminó, no importa. Todo termina.
El silencio sustituye ahora al estridente sonido de las trompetas y al incesable martilleo de los tambores
Que invocaron antes a la guerra, con atávica furia, a los jinetes satánicos,
los que traerían consigo el desgarro implacable, la crueldad de lo escindido.
Finalizada la furiosa y bermeja ebriedad, sólo restó un botín manchado de sangre,
y un fangoso campo que, salpicado de cadáveres, esparcidos y fríos, aplastaba las tronchadas plantas.
Y destruyó todo lo que allí verdaderamente vivía. Y lo destruyó, lo destruyó todo.
Ahora, despejado ya el terreno, donde antes un hermoso valle hubiese,
quedó sólo
un silencioso vacío.

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